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Foto del escritorGabriela Solis

Un siglo de cuentos rusos



Este segundo año de pandemia (!) me ha vuelto indisciplinada. En 2020 busqué el rigor para que no me explotara la neurosis: horneé, hice ejercicio, leí más que nunca. Pero ante el agobio de este encierro que no se acaba, mi mecanismo de defensa actual ha sido el contrario: no obligarme a (casi) nada. Sigo corriendo diario porque ha sido un descubrimiento placentero y adictivo, pero no he leído casi nada. A veces mi cerebro no da más que para una serie olvidable e irme a la cama a las 9:30. Para silenciar la culpa de los libros arrinconados, me aferré a uno que no podía fallar por ser mi género literario favorito: rusos muertos.


La literatura rusa es increíble por varias razones, La primera es su nivel de introspección (ya saben, Dostoyevski le hizo la chamba a Freud, etc.). La estructura narrativa de los rusos del XIX puede ser poco efectiva para un lector moderno porque no se interesa demasiado el pacto de ficción: cae en largas parrafadas filosóficas, los personajes tienen autoanálisis psicológicos deslumbrantes, los diálogos son de una inteligencia cabrona. Sin embargo, la calidad y altura que alcanzan hacen que a uno no le importe si la acción se empantana y se convierte en una conciencia con voz.


La segunda es el misticismo. El alma rusa no encuentra descanso en el mundo terrenal y siempre está ávida de un significado mayor que busca en la Naturaleza, en la organización comunitaria, en la imposible extensión geográfica de su país, en Dios. Es una esperanza desaforada, empecinada en creer que la miseria humana no es lo único que existe en este mundo y que, en algún lado, reside el sentido, la llave para comprenderlo todo.


La tercera es una razón que podría parecer disonante con la grandiosidad de las dos primeras, pero no lo es: el humor. Me reí a carcajadas con Gógol, con Pushkin, con Dostoyevski. Estos genios no sólo bucean en la psique humana y hacen emerger revelaciones perturbadoras, sino que lo hacen riéndose. Quizá sabían mejor (y antes) que nadie eso de que la comedia no es sino tragedia + tiempo.

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