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Foto del escritorGabriela Solis

The Human Stain



Uno de los peores errores que un narrador puede cometer es empeñarse en hacer querible a un personaje, pretender que el lector sienta empatía por él a fuerza. Eso es lo que pasa con Coleman Silk, el protagonista de The Human Stain. Silk es un negro que no lo parece, así que se aprovecha de esta ambigüedad racial para hacerse pasar por blanco. La historia va de cómo Silk lleva la idea gringa del “self-made man” al extremo, de los olvidos a los que se fuerza y de las consecuencias de hacer de la realización individual el valor principal. El tema es interesante y Roth es un gran narrador, por lo que la novela tiene momentos tan ágiles como de verdadera exploración del espíritu humano, especialmente cuando se reflexiona acerca de la capacidad que tiene el lenguaje para fungir como un arma de doble filo que puede construirnos de cierta manera o reflejarnos a pesar de nosotros. Pero el autor se esfuerza tanto en remarcar lo brillante, simpático, atlético y heroico que su protagonista es, que uno termina detestándolo. Además, hay momentos insoportablemente didácticos y una especie de intento fallido (por gratuito) de metaficción al final cuando el escritor amigo de Silk revela que su novela se llama The Human Stain. Diría que esta novela es paradójica: es al mismo tiempo brillante, trying too hard, con unos diálogos fantásticos, moralina, gran crítica de la estupidez de ser políticamente correcto, egocéntrica, un tour de force, y cien adjetivos contradictorios más.

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