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Foto del escritorGabriela Solis

Pálido fuego



Los que aspiramos a escribir ficción haríamos mejor en aprender un oficio de más provecho porque en literatura Nabokov ya lo hizo todo. Es un genio y, como tal, a veces es difícil de seguir. Pálido fuego es un ejercicio de imaginación apabullante y una muestra de que el viejo ruso era tan brillante que podía fingir ser 2 autores con estilos completamente propios, elaborar una estructura que rompe con cualquier canon de ficción y además, entre todos esos malabares, entretejer una historia alterna con un memorable giro de tuerca. Este libro lleva al extremo el hecho de que toda literatura es artificio. Esa sentencia puede ser desastrosa en las manos de cualquier otro autor, pero en las de Nabokov el efecto es deslumbrante. Pálido fuego se compone de 3 partes que ocupan porcentajes desiguales del libro: un prólogo escrito por Charles Kinbote (5%); el poema que da título al libro, escrito por el fallecido poeta John Shade (10%); y el comentario al poema, hecho por Kinbote (75%). El poema es bellísimo (lo que demuestra que, de haber querido, Nabokov también podría haber sido un poeta memorable), Kinobte es insoportable y al querer hacer que el poema se trate de sí va descubriendo una historia cuyo sentido se le revela al lector hasta las páginas finales. Creo que Mary McCarthy hace un mejor resumen de lo que este texto inclasificable es: “Pale Fire is a Jack-in-the-box, a Faberge gem, a clockwork toy, a chess problem, an infernal machine, a trap to catch reviewers, a cat-and-mouse game, a do-it-yourself novel. ... This centaur-work of Nabokov’s, half poem, half prose, this merman of the deep, is a creation of perfect beauty, symmetry, strangeness, originality, and moral truth. Pretending to be a curio, it cannot disguise the fact that it is one of the very great works of art of this century, the modern novel that everyone thought dead and that was only playing possum.”

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