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Foto del escritorGabriela Solis

MUAC: cuando el discurso no basta


Originalmente publicado en Think Tank New Media.




Se ata la capa roja al cuello y sonríe. Tiene la infantil certeza de que vestir esa prenda le permitirá volar como los superhéroes. El niño sube entonces a un árbol o a una barda; un lugar suficientemente elevado que le permita ensayar el truco. Un chipote en la cabeza o un par de huesos rotos son la evidencia del fracaso. Mientras se recupera, el niño ya planea el siguiente intento, seguro de que la próxima vez sí podrá volar.


Así han sido mis visitas al MUAC. Cada vez que voy salgo con la sensación de que me tomaron el pelo, pero creyendo que la próxima ocasión será diferente. ¿Por qué insisto? Quizá porque la UNAM es mi lugar favorito en la Ciudad de México y a veces el MUAC es un buen pretexto para visitarla o simplemente queda de paso después de salir de la Sala Nezahualcóyotl o del Centro Cultural Universitario. Quizá porque mi novio disfruta sinceramente de visitar ese museo y yo disfruto sinceramente de hacer cosas con él. Esas dos razones son legítimas, pero hay una tercera que me da vergüenza admitir: quizá porque tengo la esperanza de que en la siguiente visita encuentre algo que de veras me interese y entonces pueda dejar de sentirme “básica” por no gustar del arte contemporáneo.


En 2008, recién inaugurado el MUAC, fui a ver “Cantos Cívicos”, de Miguel Ventura: una mezcla descomunal de imágenes nazis, penes erectos y pobres ratas expuestas a excesivos estímulos visuales, lumínicos y sonoros. Me pareció una mierda y me lo sigue pareciendo, pero la explicación de la obra te hace sentir como si el no apreciarla fuera una falla intelectual tuya:



“La obra se entiende como un museo dentro del museo que pretende mostrar las limitaciones de la institución y a ésta como reflejo de la sociedad actual. Asimismo, la estructura en conjunto y sus símbolos constituyen una crítica al sistema capitalista y al mercado del arte contemporáneo”.


Sin embargo, nada de eso está de hecho en la obra: te enteras hasta que lees la curaduría. Sostener una obra solamente en el discurso es arbitrario, cómodo y un gran ejercicio de equilibrio. “Cantos Cívicos” pudo haberse explicado de mil maneras diferentes, y no es que haya interpretaciones erróneas, pero sí es agotadora la especie de disonancia cognitiva que existe entre obras y discursos.


También es tramposo hacer indispensable el conocimiento de otros discursos para comprender una obra. Es evidente que saber de textos, datos y personajes que influencian una obra la enriquecen, pero ésta debería ser capaz de sostenerse por sí misma. Es eso lo que provoca el pretexto del que se vale muchas veces el arte contemporáneo: “no es que sea una mala obra, es que no la entiendes”. Los referentes deberían enriquecer, no definir la apreciación.


En 10 años de visitar el MUAC, mis reacciones también han cambiado. En 2008 vociferaba llena de furia cómo era posible que engañaran así a la gente. Una amiga historiadora del arte tuvo la paciencia de explicarme por qué mis juicios eran arriesgados e imprecisos, pues dejaban de lado aspectos medulares:


1. Dentro de la «Academia», nadie compara a Velázquez con Abramovic. Las obras de cada cual se consideran arte por distintos criterios.

2. La legitimación de una obra no es equivalente a calidad artística.

3. El concepto del arte es contingente y no se limita al valor emocional.

4. No todo el arte contemporáneo es conceptual.



En 2018, comprendo mejor que el arte contemporáneo actual es un fenómeno que puede leerse mejor en otras dimensiones que no tienen que ver con el arte, como el mercado. Lo que Duchamp y Warhol hicieron en su tiempo fue revolucionario y genial, pero el capitalismo que todo lo fagocita para integrarlo a su sistema, hizo que eso derivara en atrocidades como Zona Maco o la calavera de diamantes que Damien Hirst vendió en 100 millones de dólares.


Bajo esta lógica, creo que podría rendirme, unirme al enemigo y hacer de mis visitas al MUAC un performance. De antemano sabré que serán fallidas, pero qué gozoso es ver ocurrir un fracaso anticipado.

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