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Foto del escritorGabriela Solis

La Condition Humaine



En 1911 cayó la Dinastía Qing, la última de China. ¿Qué sigue cuando un sistema político de más de 2 mil años termina? En ese contexto se inscribe la novela, donde varios grupos luchan por imponer su idea. Uno de ellos es el de los comunistas revolucionarios, que buscan imponer la dictadura del proletariado. Malraux es un escritor muy hábil y aunque la política tiñe toda la trama, es capaz de elaborar personajes con personalidades mucho más profundas que su afiliación ideológica. La condición humana, parece sugerir el autor, es el hecho de que el hombre, al no poder ser Dios, está dispuesto a morir por una idea pues es lo más cercano a la nobleza de espíritu que tiene. Pero cada uno tiene sus razones para morir. Tchen, el radical, cifra su vida en el terrorismo y la autoinmolación. Si su muerte puede liberar a 500 obreros, no estar dispuesto a morir en un atentado es egoísta. Kyo, el intelectual, está convencido de que los ideales deben vivirse, no sólo pensarse; y su actuar heroico es fruto de la disciplina, no una justificación de su vida. Katow, el soviético, que puede tragar su pastilla de cianuro antes de ser torturado, decide regalarla a dos soldados que no tienen la fortaleza ante la muerte de la que él se sabe poseedor. En el fondo, lo que los une no es un ideal político, sino la dolorosa necesidad de darle un sentido a sus vidas para escapar del sinsentido, el absurdo y la soledad. La guerra no es sino una máscara para cubrir la fragilidad del ser humano.

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