Contra todas mis predicciones, este libro me decepcionó. Quizá porque los otros dos libros de Alice Munro que he leído (Demasiada felicidad y Runaway) me parecieron magníficos. En Dear Life la mayoría de los cuentos dan la sensación de haber tenido una intuición de dónde podía estar el hilo para enhebrar una historia, pero no haberlo podido pasar por el ojo de la aguja, o no haber podido lograr el nudo. También sentí que hay varios cuentos en donde los personajes son muy interesantes –como en “Haven”, donde una esposa sumisa se rebela–, pero les hace falta una anécdota a su nivel.
Hay dos historias que valen la pena: “Gravel”, donde una mujer piensa en la muerte de su hermana cuando eran niñas, y reflexiona sobre si pudo haber hecho algo para salvarla o si su lentitud en pedir ayuda fue deliberada; y “Dolly”, una historia que retrata con precisión dolorosa los celos, el enojo y el miedo que una mujer experimenta al darse cuenta de que un amor del pasado ha vuelto a escena en la vida de su pareja.
Algo interesante es que las últimas cuatro historias no son cuentos, sino relatos autobiográficos a los que Munro se refiere como “lo primero, lo último y lo más cercano que tengo que decir sobre mi propia vida”. Los recuerdos van desde una niñera que murió joven, a una etapa de insomnio y delirios en la adolescencia, a un baile y una vieja vecina aterradora, pero hay un elemento constante: su madre. Munro nos deja saber que su madre la exasperaba muchísimo y que su relación fue complicada. Al final, cuenta que murió de Parkinson y que no pudo ir a despedirse en sus últimos días de enfermedad, y tampoco fue a su funeral porque tenía dos niños en casa con los que nadie podía ayudar y poco dinero. Lo maravilloso es cómo habla de ello sin culpa, sin romantizar la pérdida y sin fustigarse: “We say of some things that they can’t be forgiven, pr that we will never forgive ourselves. But we do –we do it all the time”.
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