“El bebé está muerto”. Con esa oración tremenda empieza esta novela: ¿a dónde va un libro que arranca en el clímax? Leïla Slimani explica en una entrevista que dado que la novela se trata de un tema aparentemente banal –la vida de una familia parisina de clase media y su niñera–, debía comenzar en ese punto alto para atrapar al lector que de otra manera podría haber desdeñado el tema.
En realidad, no hay nada banal en el tema. Slimani teje una historia alrededor de dos duros problemas contemporáneos: la lucha por combinar maternidad + carrera profesional y la precarización laboral. Por un lado está Myriam, una abogada emocionada por la posibilidad de volver a trabajar y ser algo más que la mamá de sus dos hijos pequeños. Los adora, pero también se siente asfixiada por ver su vida reducida a mocos y papilla:
“Siempre había rechazado la idea de que sus hijos pudieran ser un obstáculo para su libertad, pero lo eran. Esta comprensión la sumió en un profundo dolor al principio: lo encontró injusto, terriblemente frustrante. Se había dado cuenta de que nunca podría volver a vivir sin sentirse incompleta, sacrificando una parte de su vida en beneficio de otra. Pensó que todo era posible, que lograría todas sus metas, que no estaría amargada ni agotada. Que ella no jugaría al martirio ni a la Madre Coraje”.
Entonces aparece, como un ángel, Louise: una nana recatada, de modales anticuados. Louise es la solución al problema de Myriam, y poco a poco le da mayor cabida en su hogar, en su vida familiar, en la intimidad de sus hijos. Louise, una mujer empobrecida que vive en la periferia de Paris, no tiene vida propia. Sus necesidades son las de sus patrones, vive para los niños. Pero nada es suyo: ni la casa, ni los niños, ni los privilegios burgueses de comer en restaurantes, ir de vacaciones, comprar un auto. Louise cae en cuenta de que no es más que una trabajadora voluntariamente esclavizada y que en cuanto ambos niños sean autosuficientes y vayan a la escuela, ella, quien ya mimetizó su vida con la de esa familia, será desechable.
Uno de los epígrafes con los que abre el libro es de Crimen y castigo, de Dostoyevski: “¿Comprende, señor, lo que significa cuando no hay lugar adonde ir? Todo hombre debe poder ir a alguna parte”. ¿A dónde van las madres rebasadas, las obreras explotadas?
Comments