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Foto del escritorGabriela Solis

Apegos feroces



Me preguntaba cómo habría hecho Vivian Gornick para tomar la distancia necesaria para escribir de su madre como lo hace en este libro de memorias. Narra con una intensidad lírica y una fuerza que nunca decaen, a pesar de que asistimos al esfuerzo de alguien que está escarbando en su dolor fundacional. Y la respuesta es obvia: no se aleja, sino que se sumerge de lleno en todo lo confuso e intenso que puede ser la relación madre-hija. Desgarrarse es su decisión estética. La representación tan precisa que hace de su madre es maravillosa, pinta el alma entera de una mujer complicada, histérica e irascible en un intento de inteligir quién es ella misma, qué cosas sus orígenes y crianza le vetaron en el futuro y si esos diques se podrían llegar a quebrar. Esta novela me conmovió y me asombró por igual, y es que, ¿cómo escribir de los padres? Es un reto literario inconmensurable: ¿cómo hacer aparecer en un (otro) escenario a quien te puso en el mundo? ¿Cómo insuflar vida a quien te engendró? La operación de devenir creador de tu padre/madre es suficientemente delirante por sí misma y se vuelve aún más compleja cuando consideramos la gama inagotable de sentimientos que una relación tan cercana entraña: de la admiración a la confrontación, de la irritación a la necesidad. Escribir de los padres es escribir de uno mismo, y eso es lo más aterrador y vital que puedo imaginar.




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